Reglas de la composición

En principio en esta práctica se pretendía buscar dos o tres fotos que ejemplificaran cada una de las siete reglas de la composición. Con esta idea en la cabeza cogí mi cámara y me fui una tarde de domingo a pasear por la taconera y la calle Mayor de el Casco Viejo de Pamplona. Creo recordar que fue concretamente el domingo en el que tuvimos que adelantar los relojes una hora. De ahí que a las seis de la tarde pareciese que fueran las ocho de la noche.

Pues bien, empecé a tomar fotos y tengo que reconocer que me resultó dificilísimo guiarme por una única regla de composición a la hora de tomar un fotografía. Al final decidí mirar por el objetivo y así, viendo la realidad a través de éste, guiarme por ver qué reglas podía utilizar en ese instante para sacar un foto con una composición correcta. Es éste el motivo por el que en mi post no existe división entre fotos “sencillas”, de “líneas”, con “reglas de los tercios”, etc. Más bien intente cumplirlas en el caso de que en esa foto se diera una o varias de estas reglas a la vez.

Creo que esta práctica ha sido con la que más he aprendido de todas las que hemos hecho hasta ahora. Sobre todo porque he adquirido un poco de mirada de fotógrafo. El hecho de saber estas reglas creo que te obliga a buscar composiciones antes de ponerte la cámara en los ojos. Ahora lo que falta es práctica para conseguir que este hábito se pueda hacer en segundos. Así evitaremos perder una fotografía atractiva.
























Mercado antes de cerrar



Cuando vas a un mercado lo habitual es esperar encontrarte bastante bullicio, gente comprando, andando de puesto en puesto, conversando y discutiendo sobre las compras y productos. Sin embargo, este reportaje muestra la última media hora antes del cierre de las tiendas.



“Hay que limpiar los restos del suelo, fregarlo, recoger las cajas vacías y cubrir las que todavía están llenas para el día siguiente. Dejar todo más o menos ordenado, cerrar las verjas y echar el candado” me comentaba una de las propietarias de la tienda de verduras. Todo esto cuesta alrededor de media hora después de la hora oficial del cierre. “Dependiendo del día, claro”, bromeaba.





Los pescateros y carniceros, en cambio, deben recoger las piezas que no se han vendido y devolverlas a las grandes cámaras frigoríficas de la trastienda para que no se pasen. Algunos tenderos de otros puestos, después de acondicionar los suyos para el cierre, les hacen una visita para recoger la compra que antes les habían encargado. “Con Gerardo, somos unos privilegiados, siempre podemos contar con ellos para que nos reserven las mejores piezas” afirmaba una tendera refiriéndose a la carnicería situada frente a su puesto. “Hombre, después de toda la mañana aquí metidos en algo tendríamos que salir ganando ¿no?”.



A medida que las tiendas iban cerrando y los últimos clientes abandonaban el mercado, el lugar se quedaba más desolado. El ambiente se hacía cada vez más oscuro y ya sólo quedaban algunos focos de las tiendas más rezagadas encendidos. Las últimas llamadas para decir a su familia que ya casi han cerrado y pedir que les esperen a comer. El bullicio, paseos y conversaciones ya habían desaparecido totalmente.








Faltan dieciocho horas para que el mercado de Santo Domingo en Pamplona vuelva a cobrar vida .